La madre traumática por Adela Fryd


"Jovem mãe com criança" (1956) do
pintor brasileiro João Fahrion.

           Si pensamos que el niño, en cierto momento de su vida, es un objeto, será desafortunado si él no fuera objeto de amor. El niño tiene a su vez el deseo de su deseo. Es así como Lacan define el amor maternal. ¿Qué es una madre traumática? Quizás la podríamos deducir de las posiciones en donde el niño ha quedado como objeto, como estrago. La concepción y el nacimiento de un niño son situaciones donde la responsabilidad de los padres - en tanto sujetos - está comprometida e incluso puesta a prueba. "El traumatismo de nacimiento", postulado por Otto Rank, existe verdaderamente. Freud, Winnicott y Lacan toman en serio esta idea. Freud explica este traumatismo por la angustia que produce la situación del nacimiento. Hemos escuchado cuál es la posición de Lacan sobre el traumatismo, trou-matisme, pero la clínica, las casuísticas contemporáneas, las patologías graves nos llevan a preguntarnos en qué medida ese traumatismo - cuando se conmemora repetidamente, cuando no se puede salir de la fijeza de ese goce - está ligado a esos lazos simbólicos, inextricables y oscuros de la familia donde ese niño nace.
          En 1932, Ferenczi muestra cómo el adulto puede atacar a un niño como sujeto. Este trabajo no fue bien recibido por Freud pero sí por Lacan en el discurso de Roma. Ferenczi, en la confusión de lenguas entre los adultos y el niño, anticipa temas avanzados de Lacan. Para él la confusión resulta del forzamiento del amor, produciendo en el niño la alteración de su carácter y fuertes sentimientos de culpabilidad. Muchos síntomas graves reposan en esta confusión de madres que ponen a sus niños mezclados en su vida erótica. Lacan lo retoma mostrando cómo la regulación del cuerpo pasa por los imperativos maternos. Y es por su voz que se tiene un cuerpo, a condición de que sea cosificado de manera significante."Nadie tiene derecho de disponer del cuerpo del otro", pero resulta que el maternaje es quizás la única excepción legítima. Es una zona abierta entonces a los excesos y a las transgresiones. Lo que Lacan ha llamado el servicio sexual. En referencia a ello, en el Seminario de la ética, Lacan muestra su nostalgia por el siglo donde esa confusión no existía.

Cuando Freud distingue lo que es una posición traumática, nos dice que es una situación que debe haber sido realmente vivenciada. Pero para que luego pueda haber allí una angustia, es preciso que se haya atravesado una angustia real para que haya una angustia señal. Se trata de pensar cuándo -  y la casuística dará cuenta de ello - cuál es la dificultad del atravesamiento. La situación de peligro es tal cuando surge la posible inminencia del retorno a una situación traumática. Lacan, retomando esta referencia, relee el peligro. Pero el peligro es la inminencia de la cesión de objeto. La angustia es primaria, determinante, en lo concerniente a la cesión de objeto.
          Por ello justamente se trata de esto, que hace posible la separación del goce materno. Se suelta un trozo, cesión, solución frente a una amenaza del Otro ¿Cómo está implicado este Otro materno para la dificultad de la separación? Un niño, infans, para el español infante, no habla. Está confrontado al goce de la madre. Sólo podrá armar una historia infantil si puede tratar la lengua que padece.  Si dijimos que la lengua es traumática, para no quedar atrapado debe separarse de aquella que se impone con la fuerza de una ley. Ley devastadora que hace de los niños a-sujetos, neologismo que hace Lacan para destacar el origen alienante del sujeto que nace sometido y sujetado al Otro. De esta sujeción guardará huella si entra en el Inconsciente, sino serán marcas y los estigmas del goce materno. Ellas pueden comandar un destino que no puede a veces dejar de ser traumático, cuando la separación no se produce. Muchos casos ponen en evidencia el oscuro estatus del niño objeto. Frases que sellan el destino y las pueden interpretar en actos durante toda su vida. Son una conmemoración de su goce. "La ley de la madre (...)", dice Lacan, "(...) es bien entendido el hecho de que la madre es un ser hablante, y ello es suficiente como para legitimar que yo diga la ley de la madre. Sin embargo, esta ley es, por así decirlo, una ley incontrolada".
          Si pensamos en el estrago madre-hija, hay algo claro de la niña como posición y de la madre. El estrago para Freud está directamente ligado al destino de falo de la niña. Si el odio ayuda a la niña a separarse de la madre, el odio separa pero no apacigua. El odio, como toda pasión, hay que reactivarlo. Una mujer puede, en el campo amoroso, al perder el sostén del deseo, regresar a la estructura de estrago maternal.
         
Helena habla de lo que estudia, múltiples y diversas posibilidades se le abren, pero queda apabullada porque no sabe por dónde empezar. Atiborrada por las demandas, entra en una desesperación que le recuerda su niñez donde no podía estudiar inglés porque su madre decía que ella no sabía estudiar un idioma. Pasa de contar ese odio a sesiones enteras contando el odio a su padre, relatando el odio a su padre, con quién se ha ido a vivir. Porque no habla, porque esconde a su novia. Odio que perturba todo su campo del deseo. Cuando, en pleno despliegue de comenzar a abrir sus posiblidades - fotografía u otras artes - , aceptada, considerada, ella trabaja en un estudio que le permite tener su dinero y es, ante el hecho de tener que presentarse a concursos, entra en un odio con el jefe del estudio que ha echado injustamente a un compañero. Arrebatada por ese odio dice: "El martes estaba dispuesta a preparar todo para ese curso y no dormí, porque soñaba con la hendija de una ventana donde aparecía el jefe". Y ella no podía más que odiarlo. Vengo a la sesión y no puedo hablar de nada, y nada sirve porque hablo de él. Le digo: "los niños temen a los monstruos a los que llaman, vos llamás al odio. Hablemos del odio". Hablemos del odio desarticula la escena a la que se encuentra viscosamente adherida y no dispuesta a soltar su cuerpo tomado por él. 
          La madre es la que muestra al niño los objetos, es la que le marca sus preferencias: "mirá qué cosita, mirá el cachete". El arrebato de Lol V. Stein, muestra que ella necesitaba a esa otra mujer para armar, sustituir el cuerpo que ella no tenía. La madre le saca esa figura y comienza la devastación. Todo depende de que la madre haya recibido a la hija como objeto a. Podrá y debería recubrir un velo imaginario de donde se pueda ver. Allí él deviene imagen. Si el Otro no lo ve, el niño no ve nada porque él no tiene nada a ver. Simplemente no hay nada a ver porque como objeto él no tiene existencia. Hace falta la mirada o la sonrisa de su madre para que se diga que él está allí.
          La madre mujer puede desdoblarse en Φ y en todos los objetos que pueden tomar valor fálico. La forma de amor hace que el objeto pueda ser soporte de ello, y el niño puede ir al lugar de objeto. Amor y estrago son solidarios, la acentuación de la demanda de amor conduce al estrago. El estrago es el reverso del amor, goce del amor sin límites. He aquí las situaciones en que podemos hablar de versiones de una madre traumática.